Por Omar Villanueva Olmedo
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La Tasa de Interés ha sido considerada como el precio que se paga por la utilización de dinero durante un plazo. Eso sería en un mundo sin inflación.
En un mundo con inflación sería diferente. Si Ud. deposita la cantidad de $ 1.000 por un año y le ofrecen pagar un 10% por ese período, al final del año le pagarán $ 1.100, pero si en ese período, por diferentes razones hay una inflación de 10% a Ud. le pagarán los mismos $ 1.100 y en ese caso el precio que recibirá será $ 0, porque aunque reciba $ 100 de “aparente ganancia”, sólo se habrá recuperado el poder de compra. Y si, en el ejemplo anterior, la inflación fuera un 20% en el año, lo que tendría la persona sería una pérdida del poder de compra del 8,3% aproximadamente.
Esto viene ocurriendo en el país desde el 2014 porque la Tasa de Política Monetaria (TPM) ha sido inferior al Índice de Precios al Consumidor (IPC) y por eso los depósitos a plazos y los saldos en cuentas corrientes, en pesos, en muchas instituciones financieras tienen menor poder de compra al final de cada año. La historia de estas dos variables la hemos venido siguiendo, como consultores, de empresas desde antes del año 2000.
Las razones y los modelos empleados para discernir que el valor -decidido por personas naturales- para que la TPM sea inferior a la inflación tiene por objeto facilitar la inversión, en un período de la economía nacional donde ha ocurrido una baja de la inversión y un magro crecimiento económico de alrededor del 2% anual. Lo singular es que la TPM se empezó a bajar al principios de 2012 – hace exactamente 4 años atrás – y lo que hemos visto es un resultado que no se compadece, para nada, con los deseos esperados.
La razón dada por los decisores es similar a la que se han dado muchos bancos centrales de diferentes países del mundo desde hace años y con resultados a la vista todos para las personas, las empresas, los gobiernos, los G20, y las instituciones internacionales de la economía que son: economías nacionales que crecen muy poco, estancadas o están en recesión.
Una tasa de interés negativa permanente lo que está diciendo, entre otras cosas, a los potenciales inversionistas es que los tiempos que se vienen serán de baja demanda y que como autoridades sólo pueden ofrecer una tasa de interés negativa, para tentar a los incautos para que inviertan en recursos productivos, para que cuando vuelva el crecimiento de la economía esas capacidades productivas adicionales, o más eficientes, cubran las demandas crecientes de los mercados nacional y externos.
El inversionista, que no se traga tal propuesta, decide cuando más invertir en bienes raíces o inmobiliarios o especulativos para conservar el valor de su dinero y, así, el tan bullado crecimiento económico esperado se posterga de año en año.
Algo ciertamente no ha funcionado hasta ahora para asegurar con qué medidas y en qué momento la economía nacional empezará a crecer por encima de al menos 4% (al parecer la única forma de llegar a tener una economía desarrollada). Como tampoco conocemos los posibles escenarios para la economía nacional y las tasas de PIB que anticipan (si es que existen esos escenarios) nos quedan muchas dudas de que el tema del crecimiento por esta vía se resuelva en esta década.
El propósito de esta nota como consultores independientes es dar una opinión que ayude en el proceso de encontrar una solución y las propuestas para lograr algo tan importante como es el crecimiento de la economía en busca del anhelado desarrollo.

 

Omar Villanueva Olmedo Dir. OLIBAR Int´l Lic. Ing. Universidad de Chile