En este mes, donde la discusión sobre educación ha concentrado la agenda noticiosa, fuimos testigos de cómo millones de estudiantes comenzaron las clases. En la otra vereda, casi 100 mil niños, niñas y jóvenes aún continúan con sus mochilas vacías y son marginados del sistema escolar.
Esta realidad responde a que el modelo educativo formal no distingue el contexto de aquellos jóvenes que han experimentado vivencias negativas en su proceso educativo. El entorno de vulnerabilidad acentúa las dificultades de aprendizaje presentes en cualquier grupo escolar, derivando en abandono y expulsión.
Fue en este contexto que el MINEDUC, durante el año 2015, informó que más de 90 mil estudiantes matriculados durante el año 2013 no regresaron a estudiar en 2014, y que sólo en el ámbito municipal fueron más de 48 mil los que no regresaron a clases.
Los números nos deben obligar a pensar qué será de ellos y, más aún, con qué mecanismos cuentan para volver al sistema escolar. Por otra parte, las alternativas tampoco son favorables, muchos se reducen a regresar a aquellos establecimientos desde donde fueron expulsados o integrarse al sistema de educación de adultos y exámenes libres.
Este escenario nos obliga a asumir el desafío concreto de generar políticas integrales para facilitar la reinserción educativa de quienes han abandonado los estudios. Debemos discutir la posibilidad de incluir una modalidad que involucre a estos niños, niñas y jóvenes, que requieren una oportunidad para nivelar sus conocimientos educativos y de esta manera insertarse nuevamente en la educación formal. Debemos visibilizar la realidad de estos jóvenes que no marchan, ni cuyas demandas son parte de ninguna reforma en nuestro país.
Pablo González Barriga
Director Ejecutivo Arica y Tarapacá
Fundaciones Hogar de Cristo