Hace algunos días la Asociación Nacional Automotriz A.G. (ANAC), publicó que a julio las ventas de autos a público habían acumulado un incremento del 17,3%, lo que ha motivado una proyección de ventas para el presente año de 330.000 unidades, un 8% superior a la meta inicial.
Cabe recordar que en 2011, se logró una cifra levemente superior, cuando se vendieron 334.052 automóviles, pero ese año Chile creció 6,1%, el precio promedio de la libra de cobre fue de US$ 4,00, el dólar promedio anual fue de $ 483,66. Como vemos, hoy existe un escenario totalmente distinto.
Ahora bien, el escenario actual es totalmente distinto y así lo refrendan las apreciaciones de importantes organizaciones de los mercados financieros que miran con cierta desconfianza el crecimiento de Chile. Dos de las grandes calificadoras de riesgos internacionales, Standard & Poor´s (S&P) y Fitch Rating, hace unas pocas semanas, han modificado el riesgo país.
S&P considera que hemos vivido un prolongado período de bajo crecimiento económico, lo que ha provocado un daño a los ingresos fiscales, contribuyendo a un incremento del Estado y erosionando el perfil macroeconómico del país-según expresa la calificadora- lo que sumado a la combinación del bajo precio del cobre y los igualmente bajos niveles internos de confianza, continúan restringiendo el consumo privado y la inversión, limitando las perspectivas de crecimiento del país.
En tanto, la visión de Fitch apunta básicamente a los mismos elementos, pero agrega que el país está experimentando un deterioro del balance soberano.
Por otro lado, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), hace unos días en su informe “Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2017”, bajó la proyección de crecimiento para el país, que pasó de 2,0% a 1,4% para este año argumentando un escaso dinamismo de la demanda interna, una política fiscal más restrictiva y una política monetaria expansiva, estas últimas con limitados efectos en la actividad económica.
Con otra mirada, el banco de inversiones norteamericano Morgan Stanley, ubicó a nuestro país en un grupo de riesgo ante el fuerte incremento de la deuda: se elevó de manera considerable los compromisos de los hogares en alrededor de 14 puntos porcentuales sobre del PIB. Por último la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) rebajó las proyecciones de crecimiento de la economía chilena en 2017 a un 1,6% pero las revisó al alza para 2018, en un entorno marcado por una caída de las exportaciones, una confianza empresarial débil e incertidumbre política.
Con todo, el elemento común parece ser la confianza. La confianza lleva implícita el riesgo que muchas veces va a depender del cristal con que se le mire. En algunos casos el cristal podría impedir la distinción de los riesgos en el corto plazo, producto de una miopía, pero si se ajusta el enfoque pueden verse con mayor claridad los que podrían emerger a futuro, especialmente si son anunciados por expertos que nos conocen y conocen el mercado.
SERGIO URRUTIA
Facultad de Economía y Negocios, Universidad Central