Después de la inscripción de las candidaturas a Presidente, senadores, diputados y Cores y del inicio oficial del período de campaña, podemos decir que ya nos encontramos en tierra derecha en la carrera electoral. El escenario nos muestra una competencia entre ocho candidatos presidenciales, siendo la segunda más numerosa después de los comicios de 2013, en que compitieron nueve aspirantes a La Moneda. También vemos fuerzas políticas nuevas, que buscan abrirse un espacio para representar a los más diversos segmentos de ideas.
Llegar hasta la etapa actual del proceso ha sido un camino complejo y no exento de dificultades, especialmente en la consecución de los acuerdos necesarios que la conformación de los pactos y listas satisficiera las aspiraciones de todos los sectores. El país fue testigo de momentos tensos en las coaliciones e incluso al interior de los partidos; de pugnas por el territorio o por el número de cupos; de incertidumbre en algunas candidaturas respecto de si conseguirían o no el número mínimo de firmas; de problemas prácticos para cumplir con la ley de cuotas. Superados esos inconvenientes, surgió el tema del financiamiento de las campañas.
Pero estos obstáculos no deben desanimarnos ni menos aún desprestigiar la actividad política. La democracia puede no ser perfecta, mas sigue siendo el mejor sistema que como sociedad hemos sido capaces de construir. Las situaciones que se producen son parte del ejercicio de la libertad que hoy tenemos para organizarnos y expresarnos, para disentir, para pensar y decidir.
La elección parlamentaria marcará el debut del sistema proporcional, después de casi tres décadas de aplicación del sistema binominal, con todas sus distorsiones e inequidades. Gracias a este cambio, las zonas geográficas tendrán un número de parlamentarios adecuado a su densidad poblacional, la participación femenina se incrementará y tanto los partidos minoritarios como los candidatos independientes tendrán mayores posibilidades de acceder a un escaño en el Congreso.
Sabemos también que crecerá el número de parlamentarios, lo que ha sido motivo de críticas, especialmente por parte de quienes no comprenden a cabalidad el sentido de esta modificación y temen por el gasto que involucraría para el Estado. En este punto, es pertinente recalcar que la Cámara Alta ya está realizando los ajustes necesarios para que el aumento de 38 a 43 senadores que tendremos en esta elección no signifique un mayor desembolso.
Si bien se trata de una inversión en la democracia y no de un “gasto” en el sentido estricto del término, respetaremos el compromiso que asumimos con el Ejecutivo, lo que nos obliga a hacer una revisión profunda del uso que estamos dando a los recursos de la Corporación. Estamos trabajando arduamente para tener una institución financieramente sustentable y cada día más transparente en su gestión.
Desde el punto de vista de los electores, con el nuevo sistema ellos podrán tener la certeza de que quienes resulten electos serán, efectivamente, aquellos postulantes por los cuales la mayoría de la gente votó; una conclusión que parece una perogrullada, pero que no era tan evidente en el sistema anterior. Más candidatos implica para los votantes más programas y propuestas para comparar, tanto frente a los problemas locales como de cara a los temas país. Por ello, es importante que las personas se informen, conozcan a quienes aspiran a representarlas y luego elijan con conocimiento.
Son los desafíos y las responsabilidades que la democracia plantea, tanto a los ciudadanos que manifestarán su preferencia en las urnas como a quienes desean representarlos en el Congreso, el CORE o La Moneda. Unos y otros debemos ejercer ese derecho con madurez cívica y altura de miras, sabiendo que a veces se gana y a veces se pierde, respetando las opiniones contrarias, pensando en el bien de todos y teniendo como norte el desarrollo integral de nuestro país.
Por Andrés Zaldívar,
Presidente del Senado