Significativo mensaje del ministro Manuel Araya Fernández, a nombre de la comunidad de la Parroquia San José Obrero, durante la Eucaristía del pasado domingo 02 de junio de 2013.
OBISPO
“Señor Obispo, don Héctor Eduardo Vargas Bastidas:
“Sabemos que pronto dejará esta Diócesis.
Recordamos que a fines del año 2003 llegó a esta tierra para pastorearla. Muy tímidamente lo recibimos, no sabíamos quién era, pero, con el tiempo lo fuimos conociendo, recordamos cuando lo esperamos en el aeropuerto de Chacalluta y lo escoltamos hasta la ciudad, luego lo vimos cuando lo revistieron como obispo de esta Diócesis; caminamos junto a usted, recordamos las primeras asambleas o sínodos en la capilla santa Ana, se pensó que seríamos pocas personas que asistiríamos, pero se repletó. Luego se trasladaron al gimnasio del colegio san Marcos, todo para ver las directrices pastorales, y así ya pasaron casi 10 años, siempre buscando lo mejor para dirigir el pueblo de Dios; lo hemos acompañado en diversas actividades siempre al encuentro del Señor resucitado: en la piscina olímpica, culminando el mes de María, en la catedral para acompañar a un nuevo diácono, o un nuevo sacerdote y, como se hacía pequeña se trasladaron al gimnasio Epicentro, allí fuimos testigos de la ordenación de nuevos sacerdotes y de diáconos permanentes al servicio de Dios y el pueblo.
Lo acompañamos en tantas ceremonias en los valles y en los pueblos altiplánicos, siempre en pos del pueblo de Dios. En fin, podemos nombrar muchas actividades en que usted estaba junto a este pueblo que hoy lo ve partir.
Quizás las similitudes son varias: deja este morro imponente besado por el mar, testigo de la heroica gesta de la Guerra del Pacífico, pero lo recibe un cerro Ñielol cargada de historia, de un pueblo indómito que no se deja doblegar por el yugo del invasor; quizás deja este lago Chungará, uno de los más altos del mundo, pero lo recibe el lago Budi de aguas saladas; deja este desierto de fértiles valles y un río san José -casi todo el año seco-, pero lo recibe una tierra de abundante vegetación donde predomina el Pehuén o Araucaria, árbol milenario y sagrado con un caudaloso río Cautín; deja esta Diócesis que está enclavada en una ciudad de la eterna primavera, de eterna quietud, en cambio llega a una Diócesis que es de constante lucha, conflictos indígenas que claman por sus tierras ancestrales; deja una iglesia catedral, que es un hermoso y majestuoso Monumento Nacional, pero lo recibe una moderna iglesia catedral reconstruida después de un terremoto e incendio.
Quizás los climas son diferentes, pero sí estamos seguros que ambos pueblos tienen una misma fe, un mismo calor humano, un mismo Dios.
Le pedimos a Nuestro Padre todopoderoso que lo guíe en su pastoreo, al Señor Jesús que lo acompañe, al Santo Espíritu que con su soplo lo proteja y la Santísima Virgen María lo cuide como lo hace con sus hijos.
Señor obispo, esta porción del pueblo de Dios le desea lo mejor en su gestión que le ha sido encomendada por el papa Francisco, desde ésta lejana zona nortina estaremos en constante oración por su pastoreo, nosotros parroquia san José Obrero, que ya tiene 52 años evangelizando en esta población -ícono de esta ciudad-, de gentes venidas desde las pampas salitreras a colonizar estos terrenos áridos, en nombre de nuestro párroco, presbítero Miguel Ángel Arredondo Díaz y de éste pueblo de Dios, queremos expresarle nuestro respeto, cariño y agradecimiento.
Te damos gracias Señor por habernos dado un Pastor que luchó por su diócesis.”