Siempre es fundamental en este camino del conocimiento tratar de ser muy didáctico para lograr los objetivos. En mi anterior presentación en esta misma sección, iniciaba una visión histórica de esta ciencia, arte y técnica. En todo mi quehacer pedagógico he postulado que la trascendencia de una ciencia se sustenta históricamente en muchas personas que con sus investigaciones, con sus inquietudes, con sus errores y aciertos, unido a desvelos e incertidumbre, han permitido abrir surcos a nuevos desafíos. La grafología no ha sido la excepción. Largos y sinuosos caminos han permitido su desarrollo y su importancia actual. Notables mujeres y hombres desde las más diversas especialidades y ramas del saber, han forjado este hermoso sendero del conocimiento humano. De hecho, la Grafología es tan antigua como el primer escrito hecho por la mano del hombre. En esta ocasión, nos acercaremos a uno de esos hombres.
En 1871 se funda la Societé de Graphologie de París, Francia. Esta iniciativa se debe al Abate Michón (Juan Hipólito Michón -1806-1881) y un año más tarde publica la obra más importante escrita por este autor Les mysteres de l’escriture.
La trascendencia que tiene Jean Hipólito Michón en la historia de la grafología es fundamental, porque fue Michón el que, tomando del griego los vocablos Graphe escritura y logos tratado, denomina Grafología a esta ciencia. Fue un abad católico precursor de la grafología, poseedor de una vasta cultura, intuición y sensibilidad. La proximidad con el Abate Flandrín contribuyó a despertar su interés por la escritura y la posibilidad de conocer a las personas a través de sus escritos. Esta obra establece las bases para esta disciplina, disponiendo de algunos principios como “La escritura es el reflejo visible del pensamiento”. “Toda escritura, como todo lenguaje, es la inmediata manifestación del ser íntimo, intelectual y moral”, “El signo sigue el movimiento del alma y cambia cuando el alma o el estado de ánimo cambia”.
Si nos detenemos a reflexionar el mensaje y la proyección que conllevan estas citas de Michón, podremos darnos cuenta de la importancia de la escritura y de la trascendencia implícita que posee el estudio de la escritura manuscrita.
En 1879, se realizó el Primer Congreso de Grafología. Los discípulos de Michón fundan las diversas escuelas grafológicas del mundo, tales como la francesa, la alemana, la norteamericana y la inglesa. La excepción es la escuela Italiana la cual es fundada por el Padre Girolamo Moretti.
A finales del siglo XIX se inicia un nuevo período para la Grafología, pues ésta será elevada a la categoría de ciencia, todo ello de la mano del Abate Michón. Él, junto a Jean Crepieux-Jamin, Ludwig Klages, Max Pulver y del padre Girolamo Moretti son considerados, indiscutiblemente, los Padres o Maestros de la Grafología científica. A dichos nombres se podría agregar el de Robert Saudek ( 1880 – 1935), escritor y novelista checo que estudió la velocidad de la escritura manuscrita. Usó un microscopio, un calibrador, un tablero de presión, una regla, un transportador y las imágenes en cámara lenta para determinar la velocidad escritural y fue un aporte para los psicólogos experimentales.
Esta sucinta visión histórica, unida al conocimiento de un precursor y fundador de esta disciplina, pretende acercarla a toda persona que le motive ser un aporte al conocimiento y a la orientación de sí mismo y de los demás. Además, se pretende que esta disciplina sea valorada en su plena dimensión. De allí el conocimiento histórico, de allí también el desarrollo en diversas instancias académicas y universitarias y, de allí también, el ser considerada un excelente test proyectivo en la sicología actual. Caminos todos que se complementan en enaltecer esta ciencia, arte y técnica como un aporte al conocimiento y proyección humana.
Julio G. Díaz Tapia
Profesor de Lenguaje y Comunicación PUCV
Profesor de Grafología y Documentología UST, USM