Parece que a nadie le preocupa que en la actualidad tengamos un déficit de más de 7 mil profesores, cifra que se empinará sobre los 32 mil docentes al 2025. (Elige Educar, 2019). La disminución de un 19,2% en 2019 (CNED, 2019) de la matrícula de primer año se suma a la baja progresiva de la matrícula total desde el año 2011 llegando a un total de 71.991 estudiantes de pedagogía este año, lo que no permite cubrir la demanda del sistema.
La falta de docentes idóneos tiene especial impacto en las zonas extremas, rurales y principalmente en las asignaturas de educación básica y transversales y en enseñanza media.
La educación está en una encrucijada porque esta falta de profesores se complejiza con un sistema altamente regulado, con mayores requisitos para el ingreso a las pedagogías y escasos incentivos para “ser profesor/a”.
No se trata de bajar los requisitos de ingreso o disminuir las regulaciones. Al contrario, lo que se requiere es generar incentivos para que estudiar pedagogía sea una alternativa real para los jóvenes y especialmente para aquellos que son de excelencia.
Necesitamos a los mejores en las salas de clases formando a los futuros profesionales, pero para ello, la carrera tiene que ser atractiva y más aún, ejercerla debe ser un desafío académico y no de sobrevivencia.
Algunas medidas posibles de adoptar: revisar la beca vocación de profesor/a y proponer un sistema de incentivos posteriores a la titulación para el desempeño en zonas críticas por la escasez de profesores, especialmente rurales. Mejorar las remuneraciones porque los incentivos económicos cumplen un factor clave al momento de optar por una profesión.
En general, tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica se evidencian que los sueldos de los profesores son considerablemente menores a los de otros profesionales.
Finalmente, la vocación. Se deben facilitar los programas vocacionales de acceso a pedagogía con acompañamiento temprano desde las instituciones formadoras.
Ha llegado el momento en que esta política pública se aborde como una política de Estado, la integralidad, la coherencia y la consideración de los distintos impactos de las medidas adoptadas tienen que estar a la vista de manera prospectiva en el análisis. Sin profesores/as idóneos no hay educación, los más afectados son una vez más quiénes hoy acceden a la educación “pública” y por lo tanto la entelequia de una “educación pública, gratuita y de calidad” desaparece.
Ana Luz Durán
Decana de la Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad San Sebastián
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