A medida que la pandemia avanzó, los científicos comenzaron a rastrear el virus de dos maneras.
En el terreno, los investigadores conocidos como “rastreadores de contactos” comenzaron a rastrear y aislar a posibles infectados; mientras que de forma remota, otros expertos comenzaron a rastrear el código genético del virus, para comprender qué tan rápido se estaba extendiendo por el mundo.
RASTREADORES DE CONTACTOS
Corea del Sur, una nación de 51 millones de personas, se destaca como uno de los países más exitosos del mundo en contener el covid-19.
Gran parte de este éxito se ha atribuido a la capacidad del país para movilizar a un pequeño ejército de rastreadores de contactos: detectives entrenados para trazar las conexiones entre un caso positivo de covid-19 y sus contactos más recientes.
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Los rastreadores deben decidir quién debe recibir instrucciones para autoaislarse o, en algunos casos, si poner en cuarentena a todo un edificio u organización, como una oficina, hospital, u hogar de cuidados.
Con solo un puñado de casos durante enero y principios de febrero, muchos surcoreanos pensaron que tal vez se había evitado un gran brote.
Sin embargo, a fines de febrero, en una sola ciudad, Daegu, se produjo una escalada repentina de miles de casos reportados en pocos días.
El brote en Daegu se atribuyó desde entonces a los movimientos de una sola persona, la súperpropagadora de Corea del Sur, la ahora infame paciente 31, perteneciente a la Iglesia Shincheonji de Jesús.
Esta paciente dio positivo por covid-19 el 17 de febrero. Gracias al trabajo de los rastreadores, todos sus contactos más recientes -que, sorprendentemente, resultaron ser más de 1.000 en 10 días- fueron instruidos para autoaislarse, evitando así un brote aún mayor.
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Después de estar involucrada en un accidente automovilístico el 6 de febrero, la paciente 31 ingresó en un hospital el 7 de febrero, donde tuvo contacto cercano con unas 128 personas.
Luego salió de alta temporalmente para recoger unas pertenencias de casa, un viaje de ida y vuelta de dos horas y media.
Más tarde esa semana, se dio de alta varias veces, una vez para almorzar con alguien, y dos veces para asistir a un servicio religioso de dos horas con unas 1.000 personas.
PROFESOR KIM JONG-YEON
Como parte del equipo de epidemiología de Daegu, el profesor Kim Jong-Yeon es responsable de los rastreadores de contactos de la ciudad.
Kim dice que solo si las personas son evasivas, utilizan métodos más rigurosos, como investigar sus transacciones con tarjetas de crédito y su historial telefónico o de ubicación. Personas como el paciente 31.
La mujer surcoreana seguidora de una secta y sospechosa de infectar de coronavirus a decenas de personas. “Al principio, la paciente 31 no nos dijo que era de la Iglesia Shincheonji. Fuimos nosotros, los rastreadores de contacto, quienes más tarde descubrimos que era miembro”, dice Kim.

La Iglesia Shincheonji de Jesús tiene aproximadamente 300.000 miembros en todo el país.
Debido a la naturaleza secreta de la iglesia, Kim dice que la parte más difícil de la investigación fue tratar de establecer quién había visitado también la iglesia durante esa semana.
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“Finalmente obtuvimos una lista de los 9.000 miembros de la iglesia. Al principio, comenzamos a llamar y preguntarles si tenían algún síntoma. Alrededor de 1.200 personas nos dijeron que sí, pero otras se negaron a hacerse la prueba y a ponerse en cuarentena”, cuenta.
Debido a que cientos de personas estaban reacias a revelar su asociación con la iglesia, el profesor dice que al gobierno no le quedó otra opción que emitir una orden ejecutiva para que todos los fieles se autoaislaran.
La rigurosa investigación de todos los casos nuevos, combinada con pruebas exhaustivas, frenó rápidamente la propagación del virus y, a principios de abril, la ciudad de Daegu reportó cero nuevos pacientes de covid-19.
Sin embargo, en otras partes del mundo, el virus continuó avanzando sin cesar. Para la comunidad científica, se volvió vital rastrear el virus en todos los continentes.
La respuesta a este problema radica en las pistas que quedan en el código genético del virus desde que comenzó a replicarse y propagarse.
El punto púrpura sobre Wuhan representa las primeras muestras nasales tomadas de pacientes con covid-19 y analizadas por científicos para revelar el genoma del virus, una cadena de 30.000 letras genéticas que contienen todo lo que el virus necesita para replicarse y propagarse.
Desde el descubrimiento del genoma, los científicos de todo el mundo han seguido analizando decenas de miles de muestras nasales, subiendo sus resultados a la plataforma GISAID, una de las pocas bases de datos de código abierto.
Al secuenciar repetidamente el genoma miles de veces, a medida que se propaga, los científicos pueden rastrear mutaciones en el código genético: pequeños errores, “errores tipográficos” en la cadena de letras. Como un rastro de pistas dejadas por el virus, seguir secuencialmente una serie de mutaciones puede mostrar cómo el virus se está propagando a través de las fronteras.
Por ejemplo, si una muestra tomada en Nueva York revela tres mutaciones únicas, y varias muestras de Wuhan también llevan esos mismos tres errores tipográficos en su genoma, es muy probable que estos casos provengan de una sola transmisión.
Al establecer posteriormente un cronograma de eventos, los expertos pueden comprender cuándo y cómo el virus saltó de Wuhan a Nueva York.
Con más de 37.000 muestras ahora secuenciadas de todo el mundo, la naturaleza devastadoramente infecciosa del SARS-CoV-2 ha sido completamente revelada.
CONTINUARÁ