Cuando estalló la pandemia de coronavirus, los proveedores de servicios de salud y los científicos usaron el método estándar para detectar los virus respiratorios: introducir un largo hisopo en la nariz para obtener una muestra.
Pero pronto se hizo evidente la dificultad para realizar estas pruebas a gran escala.

Entre otras cosas, muchas personas eran reacias a someterse al desagradable procedimiento, llamado hisopo nasofaríngeo. Sólo pueden realizarlo trabajadores sanitarios capacitados, lo que los pone en riesgo de infección y aumenta los costos. Y los hisopos y los productos químicos necesarios para analizar el virus comenzaron a escasear.
En algunas jurisdicciones, como el condado de Los Angeles, se pasó pronto a la recogida de hisopos orales de saliva y esputo. El proceso era supervisado, en lugares donde no era necesario bajarse del automóvil, por personal capacitado vestido con equipo de protección personal. Mientras, los investigadores comenzaron a buscar alternativas más baratas y sencillas, incluyendo el depositar saliva en un tubo de ensayo.
Pero la transición no ha sido inmediata. Reguladores y científicos suelen ser cautelosos con las nuevas tecnologías, no contrastadas, y tienen un sesgo comprensible hacia los protocolos bien establecidos.
“La saliva no es un fluido de diagnóstico tradicional”, dijo la microbióloga de Yale, Anne Wyllie, parte de un equipo cuya prueba basada en la saliva, llamada SalivaDirect, recibió en agosto la autorización para uso de emergencia de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). “Cuando nos golpeó un virus que salió de la nada, tuvimos que responder con las herramientas disponibles”.
Ocho meses después del inicio de la pandemia, la prueba de saliva gana adeptos y decenas de miles de personas en todo el país se someten a estas pruebas diariamente. Sin embargo, las pruebas de saliva representaban sólo un pequeño porcentaje de las más de 900,000 pruebas realizadas diariamente, en promedio, al finalizar septiembre.
Yale facilita su protocolo de forma abierta y recientemente ha designado a laboratorios en Minnesota, Florida y Nueva York para realizar la prueba. Además de la prueba de Yale, la FDA ha autorizado el uso de emergencia de otras, incluidas las versiones desarrolladas en la Universidad de Rutgers, la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, la Universidad de Carolina del Sur y la SUNY Upstate Medical University. Otro avance, una prueba de saliva en casa, también podría recibir la autorización de la FDA.
Desde el comienzo de la pandemia, el enfoque de la administración Trump sobre las pruebas se ha visto obstaculizado por errores y controversias. Como agencia de salud clave durante una emergencia sin precedentes, la eficacia de la FDA depende de la confianza del público en la forma en que equilibra la necesidad de rapidez en la autorización de productos innovadores, como las pruebas de saliva y las vacunas, con la garantía de seguridad y eficacia, explicó Ann Keller, profesora adjunta de políticas de salud en la Universidad de California-Berkeley.
“Obviamente, se desea incorporar nuevas pruebas rápidamente para abordar la emergencia, pero aún así es necesario mantener los estándares”, dijo Keller. La presión de la Casa Blanca sobre la FDA ha complicado los esfuerzos de la agencia al socavarse su credibilidad e independencia, añadió.Los virus respiratorios colonizan áreas de la cavidad nasal y en la parte posterior de la garganta. Además del enfoque nasofaríngeo, las muestras nasales obtenidas con hisopos más cortos y menos invasivos han demostrado ser eficaces para el coronavirus y se han llevado a cabo, aunque por lo general también requieren la participación de un trabajador de la salud. Los millones de pruebas rápidas que se distribuirán en todo el país, según un reciente anuncio de la Casa Blanca, se basan en hisopos nasales. ( El Nuevo Herald)