La locura, una palabra con un sinfín de prejuicios. Llevo un par de años ejerciendo la psicología y me sigo encontrando con personas que se resisten a ir donde un terapeuta. Incluso cuando les sugiero que busquen ayuda, se molestan e intentan racionalizar su comportamiento. Y bueno, están los que van a terapia, pero mantienen un profundo secreto con sus amigos y familiares.
Las personas que estamos ligadas a la salud mental tenemos especial cuidado con la palabra “locura”, no porque nos espante, si no que somos conscientes de la imaginería en torno de esa expresión.
Curiosamente, durante esta pandemia, he revisado frecuentemente mis redes sociales y me encuentro con historias, posts y diversos contenidos de gente haciendo deporte utilizando la franja “Elige Vivir Sano”. ¿No nos parece paradójico que no sintamos ningún pudor en entrenar el cuerpo y en cambio no nos parezca beneficioso entrenar nuestra mente?
Querer relacionarse mejor con tu familia, aprender a hablar en público, mejorar higiene del sueño, disminuir tu ansiedad (que de seguro aumentó con la crisis sanitaria), no es de locos.
¿Cómo saber si estoy loco? No puedes, porque el concepto en sí es tremendamente engañoso, todas y todos durante esta pandemia tenemos la concepción de estar al borde de la locura, mientras que otras personas sienten el miedo de perder sus empleos o, en los escenarios más desgarradores, no poder acompañar a nuestros seres queridos en su partida.
He ido solo una vez al psicólogo y en lugar de continuar me dedique a escribir columnas, poner música en discos siendo DJ y me sirvió de catarsis, pero la experiencia me dijo que nunca fue suficiente porque, por mucho que alguien crea conocerse, necesita de un tercero que le haga enfrentar los problemas que no quiere aceptar. Mucho de lo que escribo, lo hago enfadado, tecleo fuerte la tornamesa cuando estoy pinchando música y me voy conduciendo por la autopista gritando a viva voz una mala canción de mi playlist.
Uno de los hallazgos más significativos que he hecho en mi vida es haberme dado cuenta que cada rabia que sentí al escribir, cada vez que esa bocina sonaba en la autopista mientras manejaba no era por otros, esa rabia, ese llanto, era por mí.
El estigma de ir al terapeuta va desapareciendo y cada día van entrando más en todas las áreas de nuestra vida. Los beneficios son indiscutibles y las falsas creencias se derriban con la experiencia. Pero todavía queda un gran recorrido hasta alcanzar la normalización.
Francisco Espinoza Rivas
Psicólogo, Magíster en Gestión de Organizaciones
Hospital Las Higueras
-
Categories
- Coronavirus (31)
- Deportes (44)
- Destacado (10.071)
- EDUCACIÓN CÍVICA (6)
- ExpoFosis (6)
- FCALP (5)
- GRÁFICAS NOTICIOSAS (2)
- Internacional (2.767)
- Nacional (9.215)
- Opinión (138)
- OVNI (158)
- Región (10.000)
- Sin categoría (111)
- Turisteando (4)
- VIH (20)
- Widgets (224)
-
Pages
-
Archives
- noviembre 2024 (53)
- octubre 2024 (95)
- septiembre 2024 (88)
- agosto 2024 (85)
- julio 2024 (87)
- junio 2024 (74)
- mayo 2024 (100)
- abril 2024 (101)
- marzo 2024 (85)
- febrero 2024 (46)
- enero 2024 (70)
- diciembre 2023 (56)