Científicos del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica investigan moléculas que otorgan placer por beber y desarrollan técnicas para inhibirlas a nivel cerebral.
TERAPIA
Terapias genéticas para frenar el consumo de alcohol están siendo probadas con éxito por un equipo de científicos chilenos del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica, y del Programa de Farmacología Molecular y Clínica, de la Universidad de Chile.
Los estudios, desarrollados en modelo animal, se dirigen a cambiar la conducta adictiva y entregar una solución a personas que se han vuelto dependientes a esta sustancia.
Dichas investigaciones, en que participan los Dres. Mario Herrera-Marschitz, Yedy Israel, Eduardo Karahanian, María Elena Quintanilla y Mario Rivera, representan todo un desafío, ya que de acuerdo a la última Encuesta Nacional de Salud, un 18% de la población nacional mantiene un consumo abusivo de alcohol, al menos una o dos veces por semana. Esto significa, que en promedio llegan a ingerir 75 gramos de esta sustancia en una noche, lo que significa un promedio de cinco tragos por persona.
TERAPIA GÉNICA
Uno de los hallazgos consiste en el uso de virus terapéuticos, que aplicados en el sistema nervioso de ratas demostraron que pueden inhibir ciertas moléculas responsables del placer por beber y el refuerzo de la adicción. Dicho tratamiento fue probado en animales con genética bebedora, los cuales llevan más de ochenta generaciones siendo investigadas por los expertos en los laboratorios de la Universidad de Chile.
“Lo interesante de nuestros estudios es que mediante la terapia génica y el uso de estos virus, podemos bloquear específicamente la ingestión de etanol, y prácticamente, con una sola dosis para toda la vida. Esto, porque logramos modificar la expresión genética de enzimas que están involucradas”, explica el Dr. Mario Herrera, director del Laboratorio de Neurofarmacología del BNI.
Dicho tratamiento desarrollado con vectores lentivirales, se administró directamente en el cerebro de dos grupos de ratas. Uno, en aquellas que llevaban un buen tiempo bebiendo, hasta 8 gramos de etanol diarios por kilo de peso, equivalentes a una botella de whisky -para un humano-, mientras que el segundo grupo se trató de animales que no habían iniciado un consumo regular de alcohol. En el primer caso, las ratas dejaron de beber cuando el tratamiento se combinó con un período de abstinencia. Y en el otro, los animales no iniciaron el consumo de alcohol, a pesar de su disponibilidad. “Este tratamiento ha sido tan radical que constituye un importante paso para una terapia efectiva”, explica el Dr. Herrera.
MOLÉCULAS DEL PLACER
Para desarrollar la estrategia, los expertos debieron indagar en diversos mecanismos. Y en ese contexto, descubrieron que una de las moléculas claves en la adicción por beber es el acetaldehído, un metabolito que actúa directamente sobre el sistema dopaminérgico, el que a su vez otorga la sensación de bienestar y recompensa.
Al respecto, la profesora asociada Dra. María Elena Quintanilla da su explicación. “Todas las drogas, tales como cocaína, morfina, anfetamina, y el mismo alcohol producen placer porque liberan dopamina en el sistema mesolímbico. Y esta dopamina genera motivación y la necesidad de ingerir más sustancias. En este caso particular, el alcohol funciona como una prodroga, porque al metabolizarse en el cerebro genera moléculas placenteras como el acetaldehído y salsolinol”.
Lo novedoso de los hallazgos es que el acetaldehído se conocía por su rol totalmente contrario al ser metabolizado a partir del etanol. Cuando éste se acumula en la periferia actúa como un aversivo del consumo, siendo responsable de ocasionar fuertes malestares como náuseas, vómitos y escalofríos. Sin embargo, los investigadores comprobaron que su producción a nivel cerebral y no de los órganos periféricos, participaba como reforzador de la adicción. “Al inyectar este metabolito en el cerebro de las ratas, observamos que sucedía el efecto antagónico al descrito en otros estudios, ya que los animales bebían más”, comenta la Dra. Quintanilla.
Por su parte, el Dr. Yedy Israel indica que en los modelos que el grupo ha desarrollado, se observa el fenómeno de falta de control sobre el consumo de alcohol, ya que estos animales –bebedores crónicos- son capaces de consumir el equivalente a 10 cervezas en tan solo una hora. Sin embargo, “la administración de una inyección única de virus que previene la acumulación de acetaldehído cerebral, inhibe en 80% tal consumo, transformando a estos animales en ‘bebedores sociales’”, explica. De acuerdo a ello, señala que los próximos proyectos involucran un estudio clínico para probar tal efecto en humanos. “Una terapia que transforme alcohólicos en bebedores sociales sería de gran valor”, enfatiza.