El éxito de Javier Milei en las recientes primarias argentinas ha vuelto a poner a la dolarización en el centro del debate económico en el vecino país.
Podemos entender a la dolarización como el reemplazo de la moneda local por una extranjera, usualmente el dólar. En ocasiones surge de crisis económicas profundas, donde la pérdida de valor y de confianza en la moneda local llega a tal punto que se abandona en reemplazo de una divisa extranjera.
La teoría económica reconoce ventajas y costos de la dolarización. En el caso de las primeras, están el control de la inflación, la reducción del costo de endeudamiento y una mayor disciplina fiscal. Los costos incluyen la pérdida del ingreso derivado de la creación de dinero y el renunciar a tener una política monetaria autónoma y un Banco Central que sirva como prestamista de última instancia en crisis financieras.
En 1961, el trabajo de Robert Mundell, Premio Nobel de Economía 1999, estableció las condiciones que deben cumplirse para que distintos países sean una “área monetaria óptima”, esto es que compartan una misma moneda. Estas incluyen la movilidad de factores de producción, incluyendo la movilidad laboral; flexibilidad de precios y de salarios, la integración de los mercados financieros y similares tasas de inflación.
Una revisión rápida nos muestra que estos requisitos distan de cumplirse en el caso argentino. Más aún, un artículo de Tomás Caravello, Pedro Martinez- Bruera e Ivan Werning (2023) destaca que dolarizar una economía en un contexto de escasez de dólares, como ocurre actualmente en Argentina, genera un efecto de “detención súbita”, con una fuerte caída en la actividad económica y un alza inicial del nivel de precios, debido a la presión por convertir la moneda local en dólares.
Existen varios ejemplos de economías dolarizadas en América Latina. Al caso original de Panamá, economía dolarizada desde hace más de un siglo, se han sumado otros países como El Salvador, y a partir del 2000, Ecuador. La evidencia empírica para este último, nos muestra una reducción significativa de la inflación y un desempeño económico en línea con otros países del continente, no obstante, al ser una economía mucho más pequeña y con una gran dependencia de las exportaciones de petróleo, no es necesariamente extrapolable al caso argentino.
El país vecino acumula décadas de inflación y un deterioro significativo en la confianza en su moneda e instituciones. No es casualidad que la dolarización esté siendo considerada como una alternativa viable de política económica. Sin embargo, el análisis revela que el cambio implica mayores riesgos y costos para la economía de los que sugiere Milei.
Gonzalo Islas
Decano Facultad Ingeniería y Negocios
Universidad de Las Américas
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