Es lamentable que la agenda noticiosa en educación se produce cuando acontecen hechos de violencia, los que hace años vienen arrastrándose en distintos establecimientos escolares del país. Si bien, los colegios emblemáticos de la comuna de Santiago son los casos más graves, también existe un silencio oculto sobre aquellos actos violentos que día a día deben enfrentar los colegios: agresiones e insultos a profesores, directivos, profesionales y asistentes de la educación. Lo paradójico es que, de acuerdo con la ley de inclusión escolar, la escuela debe ser un lugar de encuentro para los estudiantes. Sin embargo, uno de los efectos más evidente post-pandemia ha sido la pérdida de control en estos espacios.
Desde distintas veredas, se dice que esto se debe enfrentar con ‘mano dura’ o cancelar la matrícula a los culpables que atenten contra la integridad física de quienes conforman la comunidad escolar; no obstante, debemos pensar quiénes están detrás de todo esto, cuál es su proceder familiar y qué sucede si los dejamos al libre albedrío del sistema. Esto no es un ‘perdonazo’ o ‘chivo expiatorio’ a la complejidad del problema, implica la misión que tiene la educación a través del Estado para preparar al sujeto desde una perspectiva integral y para que éste contribuya para su propio bienestar y el de la sociedad.
¿Dónde está el problema y por qué no se logra detener la violencia al interior de los colegios? Las respuestas, aunque parezcan poco alentadoras, es que entre todos debemos hacernos cargo. No servirá de mucho culparse unos y otros, la solución a estos fenómenos de la realidad y que permean la educación se atacan interdisciplinariamente, es decir, sumando esfuerzos de estudiantes, docentes, políticos, expertos, la familia, leyes y la normativa interna de cada establecimiento. Lamentablemente, abogamos porque todo se resuelva lo más rápido posible, sea lo más mediático para la política y tema solucionado.
No esperemos que la violencia esté por sobre la inteligencia del ser humano, ya que es esta misma la que podrá subsanar los problemas que ocasiona. Queramos o no, en educación hay que pensar a corto, mediano y largo plazo siempre.
Carlos Guajardo Castillo
Director Pedagogía en Educación General Básica U. Central
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