En Gaza el número de pérdidas de vidas se estima que supera los 32 mil; en tanto, la guerra entre Rusia y Ucrania considera cerca de 7.500 civiles muertos. Además, si se logra determinar los soldados de ambos frentes que han caído en combate, las cantidades aumentarían de manera alarmante.
Todas esas cifras se logran cruzando distintas estadísticas, datos de Naciones Unidas más la información que entregan las partes involucradas, que hay que considerarlas en su mérito y dan cuenta de la catástrofe humanitaria que emerge de los dos conflictos armados que mas notoriedad han alcanzado.
Pero, además, hay otro drama: el de los desplazados: 2,2 millones en Palestina donde la mitad podría morir de hambre. En tanto, en Ucrania, al cabo de dos años, alcanzan a 6.5 millones de seres humanos que forzosamente han tenido que alejarse de su territorio hacia distintos países y 3.7 millones se mueven dentro su nación, de acuerdo a la información que aporta ACNUR, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados. Esos son los datos duros de los conflictos.
¿Qué duda cabe que son temas que deberían estar en constante vitrina? Sin embargo, hoy da la sensación que la guerra entre Putín y Zelenski ya es parte del paisaje europeo y la masacre en Gaza desapareció de la atención mundial. Si no fuera por las redes sociales, no existirían.
¿Por qué esto sale de la agenda de los medios a pesar de sus implicancias globales? Resulta casi inmoral dejar de mirar el sufrimiento y el genocidio reconocido a nivel planetario.
Sin embargo, el silencio noticioso de las grandes cadenas es parte de la guerra comunicacional, del cerco informativo… y los hace cómplices. No porque apaguen las cámaras y los micrófonos se terminan los muertos y desplazados. Pero a veces, para algunos, es mejor desviar la atención en hechos menores.
Eso no es exclusivo de los conflictos armados. Solo como ejemplo, a nivel local ya se empieza a notar una baja en la cobertura del caso Hermosilla, mejor no molestar al poder, mejor no agrietar los cimientos de esta frágil democracia, dejemos entonces que el puente de Baltimore se convierta en algo relevante para los chilenos o que la seguridad en Lo Valledor sea tema país. Nuevamente el silencio blinda de manera invisible pero eficaz.
Pero usted y yo tenemos que saber que el pluralismo informativo es un producto de uso y alcance público; por ende, es un derecho humano que no se negocia y que es la base de cualquier sociedad sana y democrática. Y eso hay que exigirlo. Así y sólo así el zapping de noticias dejará de ser un ejercicio estéril y el periodismo responderá a su obligación de contar y explicar los procesos sociales que se vuelven cada vez más complejos.
Ignacio Paz Palma
Docente Carrera de Periodismo, U. Central
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