Cada 21 de Mayo se conmemora el aniversario de uno de los episodios más relevantes en la historia de nuestro país, el cual hace mención a la gesta heroica de Arturo Prat en la rada de Iquique. Esta acción fue inspiradora para la población chilena de la época, debido a que, en pleno conflicto de la Guerra del Pacífico, solo dos embarcaciones realizaban un resguardo de este puerto estratégico para las pretensiones nacionales, sin contar con los pertrechos necesarios para un inesperado combate.
Fue así como durante la mañana del miércoles 21 de mayo de 1879 y en las tranquilas aguas de Iquique, el Almirante Grau, Comandante del Monitor peruano “Huáscar”, con una visión estratégica clara realizó su entrada en el mar y buscó desde los inicios de las acciones desgastar a las fuerzas chilenas y terminar con el bloqueo a cargo de las dos débiles unidades de nuestra Armada que ahí se encontraban, quien además no dudó de aprovechar esta oportunidad, ingresando al puerto al mando de su embarcación junto al blindado “Independencia”, siendo su fin último destruir a la Corbeta “Esmeralda” y la “Covadonga”, junto con tomar posesión y control marítimo de la zona.
Hacia entrado el mediodía la tensión y adrenalina por el encuentro con las fuerzas enemigas se volvía inevitable. Inmediatamente al iniciarse el cañoneo, la Esmeralda queda entre los fuegos del Huáscar, acorralando a la veterana corbeta de madera. En el primer espolonazo, el comandante Prat, en un deseo ferviente de apurar las acciones y prescindir del enemigo, saltó al abordaje junto a dos hombres en una acción decidida que, aunque sabiendo que lo conducía a la muerte, también tenía la certeza de que era la única forma de demostrar a su dotación la firme convicción de jamás rendirse, siendo determinante en la consigna y máxima en la guerra: la Patria se defiende sin titubear. Las palabras de Prat constituyeron una fuente de inspiración para aquellos valientes que fueron testigos de esta hazaña: “Muchachos: ¡la contienda es desigual! Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo, espero pues que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo, esa bandera flameará en su lugar, y os aseguro que, si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”.
Luego, y en el segundo espolonazo, el teniente Serrano logró saltar junto con otro puñado de valientes, quienes siguieron la misma suerte. Al tercer espolona­zo, la gloriosa corbeta se hunde, disparándose el último cañonazo a cargo del Guardiamarina Riquelme. Acto seguido, la bandera chilena izada al tope de la mesana desaparece de la superficie, como último testigo del sacrificio de esa célebre tripulación.
Terminadas las acciones en Iquique, se produjo una suerte de motivación agregada de enfervorizado patriotismo en las huestes chilenas, incentivando a los soldados en el frente terrestre y continuar con su campaña hacia el norte.
Para valorar en toda su dimensión la trascendencia de estos hechos, es necesario comprender que, más allá de la virtud, coraje y nobleza de Prat, se refleja en su actuar una vocación inspiradora de amor al país, con cualidades que nos invitan a proyectarlo ineludiblemente en nuestra historia, porque su perspectiva en el tiempo nos revelará de manera íntegra su significado y permanencia a través de su ejemplo heroico.
Jorge Ríos Académico
Instituto de Educación y Lenguaje
Universidad de Las Américas