La Batalla Naval de Angamos, combate que resuena con orgullo en el corazón de cada chileno, no fue un simple enfrentamiento bélico, sino un punto de inflexión en la Guerra del Pacífico, un acto de heroísmo y estrategia que aseguró nuestro dominio del mar y pavimentó el camino hacia la victoria. A más de 140 años de este glorioso episodio, es crucial recordar la astucia de nuestros marinos y la importancia del trofeo de guerra que obtuvimos ese día: el monitor Huáscar.
El Huáscar, bajo el mando del almirante Miguel Grau, se había convertido en una verdadera espina para nuestra Armada. Con una táctica de guerrilla naval, Grau, conocido como “El Caballero de los Mares”, hostigaba nuestras costas, eludía a nuestras fuerzas y mantenía en vilo a la nación. Su audacia y la efectividad del Huáscar, un buque pequeño pero formidable, dificultaban los planes de despliegue terrestre y nos impedían consolidar la superioridad militar. La captura del Huáscar se convirtió en una prioridad estratégica.
El 8 de octubre de 1879, el plan cuidadosamente trazado por nuestros estrategas se puso en marcha. La escuadra chilena, repartida en dos divisiones, tendió una emboscada al Huáscar y a la Unión, su buque acompañante, en las aguas de Punta Angamos. La trampa se cerró. La Unión, más veloz, logró escapar, pero el Huáscar, fiel a su deber, se quedó para cubrir su retirada. El combate fue inevitable.
El enfrentamiento fue breve, pero intenso. El Huáscar, superado en número y potencia de fuego, luchó con valentía. El Cochrane, al mando de Juan José Latorre, y luego el Blanco Encalada, liderado por Galvarino Riveros, concentraron su fuego sobre el monitor peruano. Un certero proyectil impactó en la torre de mando del Huáscar, segando la vida del almirante Grau. A pesar de la pérdida de su líder, la resistencia peruana continuó bajo el mando de Elías Aguirre, quien también encontraría la muerte en batalla. Finalmente, tras horas de intenso cañoneo, el Huáscar, con su artillería inutilizada y su tripulación diezmada, arrió su bandera.
Su captura no fue solo una victoria militar, sino un triunfo simbólico. Representaba el fin de la amenaza peruana en el mar y el comienzo del dominio chileno absoluto en el Pacífico. Con el control marítimo asegurado, nuestro ejército pudo desplegarse con libertad, llevando la guerra a territorio enemigo y asegurando la victoria final. La Batalla de Angamos, por lo tanto, fue un hito decisivo en la Guerra del Pacífico, un evento que cambió el curso del conflicto y definió el destino de las naciones involucradas.
Más allá de la victoria militar, la figura de Miguel Grau merece respeto. A pesar de ser enemigo, su valentía, honor y pericia naval son dignas de admiración. Su muerte, lamentada incluso por nuestros propios marinos, nos recuerda que la guerra, aunque necesaria, siempre conlleva pérdidas humanas y dolor.
La Batalla de Angamos y la captura del Huáscar son un memorándum del valor, la estrategia y el sacrificio de nuestros antepasados. Es un legado que debemos honrar, no solo recordando la victoria, sino también reflexionando sobre las consecuencias de la guerra y la importancia de la paz. El Huáscar, hoy un museo flotante, es un símbolo de histórico, un testimonio de la valentía de quienes lucharon y un llamado a la unidad y la concordia entre las naciones.
José Pedro Hernández
Historiador y académico Facultad de Educación Universidad de Las Américas
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