La tecnología ha transformado profundamente la forma en que nos relacionamos, trabajamos y participamos en la sociedad. Sin embargo, en este contexto de hiperconexión, también ha emergido una forma renovada de opresión: la violencia digital contra las mujeres.
Según datos de la Subsecretaria de Telecomunicaciones del año 2024, en Chile el acceso a la conectividad de los hogares es de un 94,3%. Las plataformas digitales se han convertido en espacios donde se perpetúan prácticas de acoso, humillación y control, exacerbando las desigualdades de género en un formato que aparenta ser «moderno», pero que reproduce lógicas de poder históricas.
La violencia digital hacia las mujeres incluye una serie de prácticas que van desde el ciberacoso y la difusión no consentida de imágenes íntimas, hasta la vigilancia tecnológica ejercida por parejas o exparejas.
De acuerdo a los resultados de la Consulta Ciudadana Virtual sobre Violencia Digital 2023, de la Unidad de Género y participación ciudadana de la Subsecretaria del Interior, las personas que sí han vivido en alguna oportunidad violencia digital señalan que la violencia vivida fue Acoso (38%); Publicación de injurias y calumnias que afecten la reputación (33%); Amenazas (30%) y Recepción de imágenes sexuales no solicitadas (27%). Al momento de caracterizar a las personas que ejercen la violencia digital, se obtuvo que las alternativas más seleccionadas fueron: Alguien desconocido (69%) y Cuentas Falsas (47%).
Este fenómeno no es aislado, sino una extensión del patriarcado a los entornos digitales, donde la tecnología no actúa como neutral, sino como un medio que facilita la reproducción de las mismas estructuras opresivas. En este sentido, el espacio digital se convierte en una extensión del control patriarcal sobre el cuerpo y la vida de las mujeres. No basta con penalizar estas prácticas; es necesario comprenderlas como una manifestación contemporánea del mandato de la sumisión femenina, que busca restringir la autonomía de las mujeres tanto en el espacio público como en el digital.
Vivimos en la era de la cuarta revolución tecnológica, donde el uso intensivo de dispositivos móviles, Internet y redes sociales, así como servicios de mensajería y geolocalización, han sido aprovechados para perpetuar nuevas formas de violencia contra la mujer. Estas plataformas, en muchas ocasiones, son utilizadas para amedrentar, acosar, humillar y chantajear a mujeres, lo que evidencia la urgente necesidad de regulación y educación sobre este tema.
La violencia digital hacia las mujeres no es un fenómeno nuevo; es la actualización de un sistema de opresión que ha encontrado en la tecnología un nuevo vehículo para perpetuarse. Sin embargo, no es inevitable. Con voluntad política, acción colectiva y una perspectiva de género que ponga en el centro la autonomía y la dignidad de las mujeres, es posible construir un espacio digital que sea verdaderamente inclusivo y equitativo.
Magaly Garrido Díaz
Académica Trabajo Social, U.Central