La Educación es la base del futuro de un país, pero cuando los establecimientos escolares se ven sumidos en el abandono, la falta de recursos y un sistema de designaciones injusto, el impacto es devastador tanto para los profesionales como para los niños. Actualmente, en varios colegios de nuestra región, la realidad es desoladora: infraestructura deteriorada, falta de insumos básicos y un ambiente laboral tóxico que ha llevado a docentes y trabajadores a enfrentar graves problemas de salud mental.
La educación no solo se trata de libros y pizarras, sino de garantizar espacios dignos para el aprendizaje. Sin embargo, en estos colegios, los niños conviven con alfombras sucias, baños en estado deplorable, vidrios rotos y mesas descuidadas. La falta de materiales de aseo y de trabajo refleja el abandono en el que se encuentran las instituciones, donde la incomodidad y la insalubridad afectan directamente la experiencia educativa.
El problema no se limita a la infraestructura. En los pasillos de estos colegios, la frustración se respira entre los profesionales que han dedicado años a la enseñanza, esperando un ascenso que nunca llega. En su lugar, las altas jefaturas son ocupadas por «amigos del amigo» o familiares de quienes ya están en el poder, dejando de lado a docentes con méritos y trayectoria. La falta de transparencia en los ascensos y contrataciones ha generado un ambiente de injusticia y desgaste emocional.
El impacto de estas condiciones ha sido tan grave que varios docentes han debido tomar licencias psiquiátricas prolongadas, con la intención de no volver a sus colegios. La presión, la desmotivación y el desgaste emocional han llevado a que muchos profesionales opten por abandonar el sistema en lugar de seguir soportando un ambiente hostil.
Las promesas de mejora se han convertido en palabras vacías. Mientras los problemas crecen, las autoridades parecen hacer oídos sordos. La educación merece más que discursos, necesita acciones concretas que garanticen espacios dignos para niños y docentes.
Es hora de decir basta No podemos permitir que la falta de recursos, la corrupción y la negligencia sigan destruyendo la educación. Los niños y los profesionales merecen entornos adecuados para aprender y trabajar. La pregunta es: ¿quién tomará cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde?.
Fernanda Valdebenito Tapia
Directora
Fundación Mariposas de Miraflores



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