«Arica Hoy» inicia un ciclo de Cuentos de diversas temáticas, trabajados en conjunto con la Inteligencia Artificial- IA, tanto en su narrativa como en sus ilustraciones.
En su primera versión, presentamos un cuento breve titulado «En el corazón del campo», que nos transporta a un paisaje donde la naturaleza aún late con fuerza salvaje y el tiempo parece detenerse ante la majestuosidad de una manada de caballos libres.
Invitamos a nuestros lectores a sumergirse en esta experiencia literaria visual, una fusión entre tecnología y arte que nos recuerda que la emoción y la belleza también pueden nacer del mundo digital.

«EN EL CORAZÓN DEL CAMPO»
El sol descendía con lentitud sobre la vasta llanura, tiñendo de oro las copas de los árboles y las altas hierbas que se mecían al ritmo de la brisa. El aire olía a tierra viva, a promesa de lluvia en la distancia. Desde lo alto de una loma, emergió un sonido profundo, rítmico: el galope de muchos cascos sobre el suelo seco. La manada apareció entre una nube de polvo, poderosa y salvaje. Eran cuerpos en movimiento, pura energía que cortaba el horizonte en su carrera indomable. Al frente, como un espíritu forjado en sombra y viento, corría el líder: un corcel negro azabache, de crines largas que volaban como fuego oscuro. Sus ojos brillaban con inteligencia ancestral y su galope era una danza de fuerza pura. Los demás lo seguían sin cuestionarlo, obedeciendo a una ley antigua que no necesita palabras. Era más que un líder; era el guardián del campo, el espíritu libre de los valles y las colinas. En lo alto, un halcón trazó un círculo silencioso, observando desde su reino de cielo. Nada perturbaba aquel momento: ni el tiempo, ni el hombre, ni el ruido del mundo moderno. Solo el campo, los caballos, y el latido profundo de la tierra viva. En lo alto, un halcón trazó un círculo silencioso, observando desde su reino de cielo.
Nada perturbaba aquel momento: ni el tiempo, ni el hombre, ni el ruido del mundo moderno. Solo el campo, los caballos, y el latido profundo de la tierra viva. Y mientras el último rayo de sol besaba el lomo del corcel negro, por un instante todo pareció detenerse. Como si el mundo entero respirara al ritmo del galope, recordando que aún existe lo salvaje, lo eterno…