Desde las alturas del altiplano, donde el cielo parece más cerca y el viento habla en voz antigua, un niño emprendió su primer gran viaje hacia la ciudad de Arica. Vestía su chullo rojo tejido por su abuela y un poncho multicolor que le cubría los hombros como un pequeño arcoíris andante. A su lado caminaba su tío, un hombre de pocas palabras y pasos firmes, guiando un burro cargado con mantas, quínoa, y sueños.
Descendieron por senderos de tierra y piedra, dejando atrás llamas, ichu y bofedales. A medida que bajaban, el aire se hacía más denso, el sol más tibio, y las montañas quedaban como gigantes dormidos a sus espaldas. El niño no decía nada, pero sus ojos lo decían todo: curiosidad, sorpresa, y esa chispa que sólo enciende lo desconocido.
Finalmente llegaron a la ciudad. Nunca había visto tanto movimiento: autos, palmeras, ruido, gaviotas. Pero nada lo sorprendió tanto como el mar.
Allí estaba, frente a él, inmenso y azul, respirando con las olas. El niño se detuvo en la arena y no pudo contener una sonrisa silenciosa. Nunca imaginó que el agua pudiera no tener fin. El Morro se alzaba a un costado como un centinela eterno, y él, pequeño, apenas comenzando su historia, sentía que el mundo era aún más grande de lo que soñaba.
Se acercó despacio, como si temiera despertarlo. La espuma tocó sus pies, fría y viva, y retrocedió riendo. Era como jugar con un espíritu antiguo que hablaba otro idioma. Su tío lo observaba en silencio, sabiendo que ese instante quedaría grabado para siempre.


El niño cerró los ojos y dejó que el viento marino le hablara al oído. No entendía las palabras, pero sí el mensaje: bienvenida. En ese vaivén salado encontró algo familiar, como si el mar también tuviera un corazón que latía, al igual que las montañas.
Entonces, con una conchita blanca en la mano y la mirada perdida en el horizonte, pensó en sus padres, en su abuela, en su casa de adobe, en las estrellas frías del altiplano. Y supo que llevaría el mar dentro, como un nuevo secreto, como una historia que algún día contaría en su lengua materna, bajo la sombra de los volcanes.
(Cuento Creado por Arica Hoy y la IA (Inteligencia Artificial)