El Domingo de Ramos da inicio oficial a la Semana Santa en el calendario litúrgico cristiano. Esta celebración, profundamente arraigada en la tradición católica, conmemora el ingreso triunfal de Jesús a Jerusalén y anticipa los momentos más intensos de su pasión y muerte. En Chile, se trata de una de las celebraciones religiosas más concurridas del año, donde miles de personas se reúnen en parroquias y procesiones a lo largo del país.
“Esta es una celebración con doble sentido: por un lado, la alegría del ingreso triunfal de Jesús a Jerusalén; y por otro, el inicio de la meditación sobre su pasión y muerte”, explica Raúl La Torre, historiador y coordinador de Extensión Cultural de la Universidad de los Andes. Por algo también se le conoce como Domingo de la Pasión.

Inspirada directamente en los relatos evangélicos, esta fecha está cargada de símbolos que conectan con la tradición judía y el cumplimiento de antiguas profecías. Desde los gritos de ¡Hosanna al hijo de David!, hasta el uso del pollino –símbolo de humildad real–, todo remite a la figura de Jesús como el Mesías, el ungido, el Rey esperado.
“La peregrinación desde Galilea a Jerusalén, la presencia del templo –centro espiritual del pueblo judío–, y la autoridad de Poncio Pilato como procurador romano, enmarcan esta historia en un momento político y religioso clave”, agrega el académico.
Y aunque han pasado más de dos mil años desde aquel primer Domingo de Ramos, la tradición sigue más viva que nunca. “Es probablemente la celebración católica más popular en Chile. Las iglesias se repletan y las calles se llenan de vida”, destaca La Torre.
Esta jornada, “cargada de sentido espiritual y de una profunda conexión cultural, prepara el camino hacia el momento más importante del calendario litúrgico: la Pascua de Resurrección. Una historia de esperanza que, año tras año, convoca a multitudes y renueva la fe”, concluye el historiador.