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Frederick Hayek, el maestro de la escuela neoliberal, sostiene que la desigualdad es connatural al hombre, el ser humano se desarrolla en el mercado y es lógico que venzan los más capacitados, lo que es un verdadero darwinismo social; este concepto es eje de nuestro sistema educacional: siempre ganan, en la competencia, aquellos mejor aprovisionados económica, social y culturalmente. Es cierto que las distintas reformas educacionales lo han humanizado, pero su esencia permanece incólume. Es esta realidad la que captan perfectamente profesores, estudiantes, padres y apoderados y, con razón, se rebelan contra ella.

El SIMCE y la PSU son indicadores bastante discutibles: se aplican por igual a diferentes realidades educativas y sólo dan cuenta de resultados y no del proceso enseñanza-aprendizaje; por lo demás, estos instrumentos están basados en una matriz de mercado, muy similar a los indicadores económicos, sin embargo, a pesar de estas deficiencias, en 18 años han dado resultados muy similares: siempre los mejores resultados pertenecen a los colegios particulares pagados y liceos emblemáticos y, los peores, a los particulares subvencionados y  a los municipales de comunas pobres. Podríamos decir, sin ninguna exageración, que es una radiografía del Chile segmentado entre ricos y pobres -un país de castas incomunicadas-.

Si se diera un valor predictivo a estos indicadores, lo único que mostrarían sería la condenación de los pobres a un futuro oscuro y sin esperanzas.

Es  un mito que la  educación particular subvencionada tiene mejores resultados que la municipal ambos son muy malos. Sin embargo, el estudio de académicos de la universidad de Chile prueba que los resultados de la segunda son superiores a la primera. Es una falacia de la derecha que los padres de las comunas pobres elijan  la educación particular subvencionada.

No es cierto que los padres y apoderados pueden elegir libremente la educación que quieren para sus hijos, pues esto sería posible en una sociedad igualitaria y no en una donde la brecha entre ricos y pobres es cada día más grande e inmoral. Para qué seguimos con hipocresías: la idea de libertad de enseñanza, propuesta por la derecha, no tiene nada que ver con el concepto libertario de Abdón Cifuentes y de Rafael Luís Gumucio Vergara: no tenemos en Chile un Estado docente aniquilante e ideologizado, por el contrario, tenemos una educación de mercado en el cual los bienes culturales se pueden comprar, al igual que los bienes materiales, en el supermercado.

Ha pasado casi un siglo en que no ha habido un debate cultural y educativo de la importancia de la Ley de Educación Primaria Obligatoria, de 1920. ¿Por qué no aprovechar esta instancia memorable para llevarlo a cabo? ¿Por qué en nombre de una “famosa democracia de los acuerdos” vamos a silenciar nuestras diferencias en la manera de concebir la educación y el rol del Estado? ¿Por qué le vamos a tener miedo a una sociedad plural y cada vez más franca para expresar sus distintas concepciones y posiciones? ¿Por qué, en razón de urgencia, vamos a promulgar leyes con deficiencias y vacíos? ¿Por qué no tomar el toro por las astas y de una vez decidirnos a hacer una verdadera revolución educacional? ¿Por qué seguir con este Chile a medias, cuando el mismo Dios vomita a los tibios?

En todas las épocas hemos tenido modelos educacionales: a fines del siglo XIX y comienzos del XX, la educación alemana; posteriormente, la Nueva Escuela y la Educación para la Democracia; hoy Nueva Zelanda, Finlandia y Corea son nuestros modelos; en todos ellos predomina la educación del Estado, gratuita y pluralista. Sólo en Chile continuamos con la subsidiaridad del Estado y la irresponsabilidad del mismo en su calidad e igualdad.

Se ha convertido en un sentido común el fracaso de las municipalidades en la  administración de las escuelas: lo reconoce la Asociación de Municipalidades y muchos alcaldes en particular; la regionalización por arte de la dictadura fue puramente militar, considerando más las guarniciones que las realidades socioculturales de las regiones. Como la Comuna Autónoma, de 1981, el sistema municipal hace agua por todos lados: no en vano las Corporaciones edilicias son consideradas entre las más corruptas en una de las últimas encuestas de opinión. Se hace urgente reformar, radicalmente, el sistema educacional.

Debe  remplazarse  la educación  municipal por un estado docente descentralizado bajo parámetros  de una concepción liberadora y no bancaria para usar los términos de Paulo Freire. El proyecto de ley es muy limitado al no incluir los aportes de la educación no formal de la televisión, las radios comunitarias e internet. No considera a la  comunidad docente como agente democrático de la educación. La escuela  continua siendo autoritaria no es un agente de cambio.

Si bien son útiles los controles de la Superintendencia de Educación y la Agencia Calificadora, estos no bastan para lograr una mayor calidad de la educación, cuyas dificultades son mucho más estructurales que de mera supervisión.

El gran descubrimiento del último SIMCE es prácticamente una tautología: a profesores mejor calificados, mejores resultados. ¿Pero cómo podemos tener buenos profesores si no hay una buena formación en las escuelas de pedagogía y las competencias docentes no están presentes? ¿Si la educación sigue siendo repetitiva, enciclopédica y nemotécnica y no desarrolla facultades intelectuales superiores -la indagación, la crítica, la comparación, la creación, la asociación, la comprensión- ¿Si no hay tutorías para los profesores rezagados y un perfeccionamiento continuo y de calidad?

¿Cómo se puede lograr una educación personalizada y de calidad con cursos de 40 ó 50 alumnos cuando el óptimo máximo es de veinte estudiantes? Cuando el profesor coreano termina, al final de su carrera, ganando 70.000 dólares, y el Chile apenas US13.000, en el mejor de los casos. Cuándo las escuelas fiscales podrán igualar a las particulares pagadas, cuando la subvención de las primeras corresponde a 35.000 pesos por alumno, y las particulares pagan entre 200.000 y 300.000 pesos mensuales. Acaso es posible una educación igualitaria en esas condiciones, o sólo reproducimos la antropología de la desigualdad de Hayek.

Qué es lo que escandaliza a derecha. Qué hay, en verdad, detrás de su oposición a un solo Artículo agregado a la Ley por parte del Ejecutivo.

En el fondo, se oponen a que el Estado se haga cargo de la calidad de la educación y de que éste se haga responsable de responder, ante la sociedad, por sus resultados. La derecha no quiere entender el ideario de Valentín Letelier sobre la educación como construcción de la Nación, y sólo quieren entregarla al libre mercado que lleva, necesariamente, a la reproducción del inmoral Chile de castas. Nada más justo que una educación gratuita, pluralista e inclusiva; lo contrario es la educación pagada, selectiva, dogmática y excluyente.

RAFAEL GUMUCIO RIVAS