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Tras el envío, por parte del ejecutivo, de los proyectos de ley de educación parvularia y fin al lucro, además de selección y copago se dio inicio a la primera fase de la reforma educacional cuyo costo está previsto en unos US$2 mil millones anuales teniendo como plazo de implementación un período de 12 años.
La medida implica que los colegios deberán convertirse en corporaciones y ser dueños de sus inmuebles y, en el caso de los denominados liceos emblemáticos, éstos serán 50 pudiendo acceder sólo los estudiantes del 20 por ciento de mejor rendimiento.
Y aquí llegamos a un punto delicado y poco debatido como es el caso de la calidad a la cual podemos añadir el elemento de la diversidad. Este último implica reconocer que cada uno de nosotros es distinto y, en términos educacionales, es un factor inserto en contextos educativos que se refleja en el trabajo de las destrezas y potencialidades individuales tanto de los educandos como los educadores, logrando el cumplimiento de las metas establecidas en forma colectiva para beneficio de la comunidad educativa.
Por otro lado, y en términos de la formación de alumnos, resulta clave el desarrollo y fortalecimiento no sólo de las asignaturas implícitas en el plan de estudios sino también de otras habilidades, como por ejemplo el liderazgo al interior del aula y en su comunidad, convirtiéndolos de paso en agentes de cambio social.
De esta manera, y en base a estudios de organismos internacionales como el PNUD y la OCDE, contribuimos con evidencia empírica y replicable para la disminución de las brechas de desigualdad.La educación de calidad es clave para la igualdad entre los géneros, la seguridad humana, el desarrollo de las comunidades y el progreso de las naciones. Es un reto enorme, pero también una oportunidad. Como el motor de un coche o las alas de un avión, representa la diferencia entre permanecer inmóviles y avanzar hacia el futuro.

Rodrigo Durán Guzmán
Magíster © Comunicación Internacional. UDP